Hoy hablaba con mi vieja y pensaba en las diferencias que hay entre las generaciones.
He entendido que por mucha fiesta que mis padres hayan vivido, no se parece ni un poco a la fiesta que vivo yo. Que por mucha droga que se haya metido mi papi (vivió los ’70) nunca se ha metido tanto cuanto yo y mis amigos. Y que por muy liberal que fuese mi madre, no se ha tirado en toda su vida los tíos que me tiro yo en unos meses.
Pero también he entendido que su nivel de locura era exactamente el mismo, aunque encauzado de una diferente forma. Igual estaban hasta más locos. Más valientes. Porque lo dejaron todo para ir detrás de los sueños. Le dieron una patada a la realidad, a pesar de que luego, después de años, tuviesen que volver a ella.
Yo estoy bien encaminada. Hablando con mi mami me he dado cuenta de que no estoy tan equivocada como pensaba y que vivir a la deriva, sin rumbo y sin destinación, siguiendo mi instinto, no está tan mal.
Igual las generaciones no son tan diferentes como pensaba
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